La Revista

Una revista es un objeto palpable. Está ahí, frente a nuestros ojos y nos guiña. ¡Ábreme! dice. Y, si le hacemos caso,  ella disfrutará mostrándonos su alma. No es nada púdica. Nos ofrece sus artículos como un charlatán mudo porque está tan segura de los tesoros que guarda o que descubre que no necesita pregonarlo de otro modo. Se muestra humilde y cautivadora, recatada y coqueta, rosa y azucena... Es una maestra en el arte de la seducción. Está segura de saber formar, informar y entretener. Sabe que en el escenario en el que surge desempeña uno de los papeles mejor aseados entre los personajes que intentan dinamizar el drama cotidiano. Sabe que, a quienes la elaboran, les ha proporcionado los placeres del trabajo manual, de la artesanía olvidada... Sabe que servirá también para reforzar lazos de amistad y crear otros nuevos. Está segura de tender puentes de conocimiento, de ser manantial dialéctico de teorías y experiencias, de abrir foros en todos los frentes en los que nuestra vida individual y social se desenvuelve: trabajo, ocio, política, salud, deportes, cultura, artes, libros...

El objeto está ahí. Es palpable. Entra por nuestros ojos al espíritu y contribuye a perfeccionar los valores y las virtudes de la muchacha que protagoniza el siguiente poema y a la que yo conocí en tiempos no muy remotos:

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